Bienvenidos a mi blog


Espero que lo pases bien y que os gusten mis cosas.
Aqui encontrareis un poco de todo, desde tutoriales, broches y complementos hechos por mi, alguna que otra receta o idea que se me haya ocurrido. Pasad y divertios, y si quereis dejarme un comentario mas que mejor. Un muakkk




sábado, 5 de julio de 2014

Relato Ganador del XI Certamen Literario de Cartas “NerjaMujer".

¡Hola a todos!

¿Como estáis? Espero que tan bien como yo.

              Os cuento que el  mes pasado fue un mes cargado de muchas emociones para mí,  porque recibí el  
"Primer Premio General del XI Certamen Literario de Cartas “NerjaMujer”, organizado por la concejalía  de Igualdad  de Nerja y que este año tenía como tema “Tierra trágame”.
 
Muchos me han pedido que suba el relato que escribí, aquí os lo dejo para que lo leáis.
 Espero os guste. 


Querida Maleni:
              ¿Qué tal sigue todo por nuestro barrio? Por aquí todo bien, por suerte. Aún me cuesta adaptarme porque a pesar de haberme echado una amiga andaluza, (de Málaga, y fíjate donde nos hemos ido a conocer), este país es muy diferente.
 Aunque por otro lado, también tengo buenas noticias. Ya podéis dejar de llamarme “Anita la timidita” por allí. Eso ha pasado a la historia, definitivamente. ¿Por qué?.  Te cuento:
El otro día, estaba en el supermercado del pueblo. Lleno de gente a más no poder. Una cola de cuatro metros en la caja.  Bueno no tanto, un poco menos, pero enorme: Los niños chillando, las madres locas pensando en vete a saber qué, los padres con sus móviles, los abueletes con sus bastones… en fin, el supermercado lleno.
Yo, con mi amiga María, la malagueña. Una chica que es lo contrario a mí, (soltera, extrovertida, sociable, terrible, y un montón de cosas que es mejor no decir, ya me entiendes, ¿no?).
Bueno, en fin, estábamos en la fila para pagar las cuatro tonterías que nos íbamos a comer en el descanso del trabajo, vamos a pagar, y me dice mi amiga: – ¡Espera, pago yo!
 Abre su bolso y empieza a rebuscar, y como no encuentra su monedero, desparrama todo el contenido del bolso en el mostrador, sus gafas, kleenex, agenda, tampones, lápiz labial, y ZASSS, un vibrador. Si, como te lo digo. Un vibrador. Pero no de los pequeños, no.  El más grande del mercado, y último modelo: de goma gruesa, transparente, con bolitas en el interior y estrías por fuera, un certero tono rojizo en la punta, y un pequeño depósito de agua color amarillo en la base.
“¡Dios!”. Miro a la dependienta,  Me mira.  La miro.  Yo muriéndome de vergüenza. La dependienta, colorada. Las abuelas de la cola abriendo los ojos como platos.  Los niños preguntando a sus madres que qué juguete era ese. Los maridos dejando de teclear y sacando fotos como locos ,y  mi amiga, como si la cosa no fuera con ella, rebuscando en el bolso, completamente ajena a lo que estaba pasando.
Le grito a María -¡Niña que nos están mirando! -, y ella muy tranquila, me lo pone en la mano, y sigue revolviendo en su bolso sin levantar la vista. Yo, sin saber qué hacer con aquel gusano  biónico, trato de metérmelo bajo el brazo, con tan mala suerte que se me cae. Corro a agacharme para recogerlo, y al intentar alcanzarlo le doy un manotazo. Aquella cosa enorme se desliza por el suelo unos metros, para terminar en los pies de una anciana que, con una mezcla de horror y asco, decide darle una patada. La vieja bien podría haber jugado para la selección de futbol de Brasil, porque “aquello” paso a escasos centímetros de mi cara a toda velocidad elevándose por los aires.
Mientras me incorporo y trato de encontrar el paradero de la “cosa voladora”, un sonido terrible llena el supermercado entero. La maldita cosa tuvo a bien tomar tierra golpeando el micrófono encendido de la cajera, y provocando un estallido en los altavoces de todo el local que hizo que todo el mundo corriera a taparse los oídos y volviera la mirada hacia donde estaba yo, justo a tiempo para verme caer de bruces sobre el mostrador en un intento de arrebatarle el maldito “bicho” a la cajera, que lo sostenía con dos dedos  y expresión de espanto, ante sus ojos.
Pero no pudo ser. La cajera, ajena a mi cara de súplica, decidió deshacerse del  aparatejo como el que se quita una araña de la chaqueta, lanzándolo sin mirar y haciéndolo, de nuevo,  perderse en las alturas , esta vez en  dirección a la sección de lácteos.
Yo, totalmente empecinada ya en hacer  desaparecer el puñetero juguete y hacérselo tragar a su dueña, corro tras él “cloqueteando” con mis tacones, a punto de partirme los tobillos, el pelo hecho una maraña y llevándome por delante una pirámide de latas de atún, un carrito de bebé y a dos señoras cuyas maldiciones en árabe deben andar resonando todavía en algún rincón de la Selva Amazónica.
Pero lo conseguí.
Agarré aquella cosa y, recogiendo lo poquito de dignidad que me quedaba, avancé hecha una furia hacia la caja y me encaré con María, dejando el cacharro sobre la cinta con un sonoro golpe de lo más dramático.  Y vaya si lo fue.
Aquello empezó a zumbar y a retorcerse sobre la cinta como si estuviera vivo, haciendo rechinar las bolitas de adentro y lanzando pequeños chorritos de agua (caliente), en todas direcciones, ante la atónita mirada del resto de los presentes, que ya ni reaccionaban ante lo absurdo de la situación.
 Pero al menos, María reaccionó por fin. –“Niña, que haces criatura, que eso no “é” un juguete, por dios, dame eso! ¡No te da fatiga..!–me dijo por lo bajini con mirada acusadora.
Acto seguido, lo metió en su bolso, dejó un billete sobre el mostrador y salió del supermercado como si tal cosa, dejándome allí con la boca abierta, las rodillas temblando, sin saber si reír o llorar, y pensando “Tierra, trágame”.
En fin, la parte positiva de eso es que ya no soy vergonzosa porque no me queda vergüenza que perder…En el pueblo, ahora me miran raro y no me habla mucha gente. Pero por otro lado, en Youtube, lo estoy petando. Puedes buscarme como “Indi-Ana Jones, y la P… Voladora”. 
Un abrazo.
Escribe pronto.
Besos, Ana